El hombre es un animal
menesteroso, cargado de necesidades, que vive en un mundo limitado, pero basado
en un consumo infinito que cubra sus necesidades, en muchos casos y al día de
hoy artificiales e innecesarias. La estimulación del consumo y el crecimiento
sin límite de la producción son los actuales paradigmas del capitalismo. Sin
consumo no hay estímulo para producir y sin producción el mundo parece que se
para. Así se ha comparado el capitalismo con una bicicleta en la que si no
damos pedales sin descanso, ni desmayo, la bicicleta se para y te caes.
El capital y quienes lo
gestionan y avalan nos dicen que es preciso producir más y en menos tiempo.
Esto no tiene nada que ver con las necesidades humanas. Las personas no
necesitamos más coches, más armas, más casas, más trenes de alta velocidad, más
aeropuertos, más… Tenemos que invertir los términos para que el trabajo
asalariado no siga ocupando el centro de nuestras vidas. Poner en el centro las
necesidades humanas nos lleva, inevitablemente, a producir solo lo necesario y
con la mirada puesta en el sostenimiento de la vida que nos rodea[1].
Pero los que gestionan el
capital sólo están interesados en su fortuna y en la manera de incrementarla,
aunque sea a costa de los demás. Según un informe, muy conocido del año 2016 de
Intermón Oxfam “Las 62 personas más ricas del planeta tienen tanta riqueza como
la mitad de la población de escasos recursos, unos 3.600 millones de personas”.
Rubén Yuste en su libro sobre el IBEX35, pág. 296 apuntillaba “de las 10
mayores fortunas españolas, 8 son propietarias de empresas que cotizan en
bolsa, y 5 los son de empresas del IBEX35 […] esas diez personas más ricas
prácticamente han doblado su fortuna en los años de crisis, de 54.008 millones
en 2008 a 100.405 millones (dólares), lo que representa actualmente un 10 % del
PIB de España.”
En este contexto quiero
hacerme eco de algunos párrafos del libro La gran encrucijada. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo
histórico, libro que se encuentra gratis en la red y del que sus autores
quieren realizar máxima difusión debido a la urgencia que tenemos en tomar
conciencia de una situación crítica, la actual, con un final imprevisto pero
seguramente infortunado debido a la obsesión de más producción y más consumo, obsesión
que beneficia especialmente a unos pocos; en resumidas cuentas ¡más madera!
¡Hasta que la máquina diga basta y explote!
Precisamente porque nos
estamos jugando la vida y la permanencia del hombre en la Tierra, nunca ha sido
tan importante reclamar y construir un futuro alternativo. Habrá que
multiplicar las luchas de resistencia frente a las agresiones a los derechos
civiles, sociales y a los ecosistemas vitales del Planeta, pero también va a
resultar imprescindible alumbrar con urgencia nuevos paradigmas, relatos y
programas de cambio que puedan aglutinar mayorías sociales para acceder a un
futuro que dé prioridad a la defensa de la vida frente a la acumulación
ilimitada de riqueza[2].
Es el momento de reconstruir
la economía y hacerlo en torno a una Estrategia-País capaz de superar la grave
coyuntura socioeconómica actual con vistas a afrontar los fallos estructurales
del sistema tal y como lo conocíamos. Así, el “cómo salir de la crisis” se ha
convertido en una cuestión fundamental y, junto a los objetivos de saneamiento
democrático o la recuperación de derechos sociales básicos, es necesario
redefinir un sistema económico que sea capaz de compatibilizar la atención de
las necesidades básicas de la sociedad con la resolución de los gravísimos
problemas ecológicos acumulados en los últimos decenios.[…] el nuevo paradigma
económico ha de conjugar simultáneamente, y con el máximo rigor científico,
objetivos de bienestar, justicia/inclusión social, sostenibilidad ecológica y
democracia económica como referentes a partir de los cuales se reproduzca un
sistema de vida diferente en un espacio seguro, justo y duradero[3].
Solo se podrá salir de una
forma digna de esta crisis repensando cómo debemos habitar la Tierra, qué
mantiene vivas a las personas y, por lo tanto, qué debemos conservar, cuáles
son las necesidades que hay que satisfacer, cómo se distribuyen los bienes y el
tiempo de trabajo, quiénes y cómo se toman las decisiones en nuestras
sociedades. Y no es algo sencillo, porque exige darle la vuelta a algunas
piezas constitutivas de los cimientos de nuestra cultura que fuerzan a mirar la
realidad con unas lentes que la distorsionan[4].
Mientras vivamos en este
sistema capitalista sólo podremos evitar el desastre si nos damos cuenta que
debemos equilibrar y contrabalancear fuerzas que tiran en direcciones opuestas.
Nos decía Antonio Machado que “Es el mejor de los buenos quien sabe que en esta
vida todo es cuestión de medida un poco más algo menos.” Lo que me recuerda el
juego de las siete y media y los versos de Muñoz Seca en La venganza de don Mendo, ya que estamos jugando a un juego
peligroso “Y un juego vil que no hay que jugarle a ciegas, pues juegas cien
veces, mil…y de las mil, ves febril que o te pasas o no llegas. Y el no llegar
da dolor, pues indica que mal tasas y eres del otro deudor. Mas ¡ay de ti si te
pasas! ¡Si te pasas es peor!” ¡Ay de nosotros como nos pasemos! ¡Si nos pasamos
será, seguro, mucho peor!
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