Cuando Europa nos sigue pidiendo más recortes para
reducir nuestro déficit y estamos inmersos, además, en fechas de campaña
electoral, es muy oportuno descubrir una serie de mentiras, machaconamente repetidas,
que nos impiden ver la realidad de la economía de nuestros días, de la forma de
organizar nuestras sociedades; mentiras que se nos presentan como única
alternativa viable (TINA) y suponen, sin embargo, cadenas mentales que nos
tienen esclavizados a los intereses de los poderosos.
Nuestro sistema de libre mercado tiende a generar
manipulación y engaños, y esto nos lo dicen, entre otros, los premios nobel de
economía Akerlof y Shiller, son defensores del libre mercado, pero consideran
que “las presiones competitivas para que los hombres de negocios practiquen el
engaño y la manipulación en los mercados libres nos llevan a comprar –y a pagar
demasiado por—productos que no necesitamos; a trabajar en empleos que tienen
poco sentido para nosotros, y a preguntarnos por qué nuestras vidas se han
desperdiciado[1].” Hasta
tal punto estas presiones competitivas pueden llegar a ser perversas que en su
reciente libro La economía de la manipulación nos llegan a advertir de que “La búsqueda de incautos en los
mercados financieros es la causa principal de las crisis financieras que llevan
a las recesiones más profundas.” Recordemos que la economía actual está
dominada por el mundo financiero provocador de inestabilidades y que un activo
financiero es una riqueza virtual no real. Esto lo podemos comprobar con poco
que analicemos cómo funcionan las burbujas que han dado lugar con su espiral
malévola a los cracs económicos. Cracs que han supuesto mayor riqueza para los
que ya tenían y empobrecimiento de los que tenían menos.
No podemos
dejar, también, de observar dolorosamente que “el proceso político ha sido
raptado por élites poderosas y ricas que se aprovechan de nuestra falta de
comprensión de la economía para imponer políticas económicas que debilitan la prosperidad
y la redistribución de los ingresos, a la vez que enriquecen a la minoría que
se encuentra en lo alto del escalafón económico.[2]”
Así si
arañamos en la Historia encontramos que en el año 1971 se produjo un gran
acontecimiento histórico: el Presidente Nixon abandonó la convertibilidad del
oro y puso fin al sistema de tipos fijos. Los gobiernos ya no tenían que
respaldar sus emisiones de moneda en reservas de oro, por lo que, siempre que
el gasto sea en la propia moneda, los gobiernos emisores no podían quedarse sin
dinero. A partir de 1971, entonces, las
economías modernas utilizan monedas basadas en la confianza, monedas fiat, monedas
que no están respaldadas por bienes y servicios (economía real), sino por
gobiernos que garantizan su valor de cambio.
Este acontecimiento es una
verdadera revolución de las élites, que abandonando las recetas económicas y
políticas de Keynes salvadoras de la Gran Depresión de 1929, ocultaban su
falsedad en mantras repetidos hasta la obsesión: el presupuesto público es
igual que el presupuesto del hogar, los
déficits públicos de hoy son una carga para nuestros nietos, la Seguridad
Social ha prometido pensiones y sanidad que nunca podremos permitirnos, los
déficits comerciales reducen el empleo y nos hipotecan peligrosamente a los acreedores
extranjeros, necesitamos ahorros para financiar la inversión (así pues, los
déficits estatales llevan a menor inversión), los mayores déficits implican
mayores impuestos en el futuro, añadiendo carga tributara a los futuros
contribuyentes.
Y es que el déficit público y el límite de gastos
públicos en el contexto del cambio establecido en el año 1971, se han
convertido en excusas adecuadas de los gobiernos neoliberales para tener
subyugada a la población. Ya que los bancos centrales, y esto hay que tenerlo
claro, crean dinero por decreto. No hay ningún límite en la cantidad de dinero
que un banco central controlado por un gobierno puede crear de esta manera. El
gobierno no es un hogar de grandes dimensiones, el gobierno puede gastar más de
lo que ingresa de forma permanente porque es él quien crea la moneda. Por tanto
puede comprar todo aquello que quieran, siempre y cuando sean bienes y
servicios a la venta en la moneda emitida por ellos. Gobiernos deficitarios como
EE.UU, Gran Bretaña y Japón son una muestra muy representativa. Pero, ¿qué es
lo que pasa con Europa?
En Europa se nos mantiene en el engaño. Salirse del euro es otra
arma arrojadiza en tiempos de elecciones que evita una verdadera comprensión de
lo que supone en los países del Sur y del Este de Europa su política económica.
El euro se ha convertido en una camisa de fuerza que impide a los países
utilizar las ventajas de emitir moneda, y el Banco Central Europeo no cumple
esta función para todos los integrantes de la Unión, siendo un cómplice de los
intereses de las élites. El euro corre así en sentido opuesto a los principios
en los que se basó la Unión Europea. El euro es una clara distopía[3]
como bien dice William Mitchell.
Inconscientemente o no, las políticas económicas
europeas han puesto el acento en la reducción de gastos, no sólo en la
austeridad, sin darse cuenta de que lo más importante es el equilibrio entre
los gastos e ingresos del gobierno, así cuando los impuestos del gobierno son
demasiado altos -en relación a su gasto- el gasto total del gobierno y la
sociedad no es suficiente para asegurarse de que esos grandes almacenes puedan
venderlo todo. Cuando las empresas no pueden vender todo lo que producen,
muchos trabajadores pierden sus puestos de trabajo y tienen menos dinero para
gastar, por lo que las empresas venden todavía menos. En consecuencia, más
trabajadores pierden sus puestos de trabajo y la economía entra en una espiral
descendente que llamamos “recesión”. Por eso “allá donde hay altos niveles de
desempleo, el gasto público es demasiado bajo con respecto a la actual
recaudación de impuestos, o que los impuestos son demasiado altos en relación
al nivel de gasto público[4]”.
Otra gran mentira está relacionada con la idea de que estamos
privando a nuestros hijos de bienes y servicios reales por lo que llamamos “la
deuda nacional”. Es una idea que no puede sostenerse. Lo que nuestros hijos
podrán disfrutar estará en relación no con las deudas, sino con los bienes y
servicios que se produzcan en su tiempo y la distribución que de los mismos se
haga entre los ciudadanos. Los bienes y servicios no se pueden enviar a través
del tiempo para pagar deudas. ¿Podríamos enviar al pasado bienes y servicios
para pagar las deudas alemanas de la Segunda Guerra Mundial? El problema está
más bien en las posibilidades que dejemos a nuestros hijos y nietos para poder
vivir en un mundo que les permita una vida digna y satisfactoria, en un mundo
en el que no hayamos destruido la naturaleza que nos acoge.
No podemos olvidar, también, la inconsistente idea
de que la desregulación permite al libre mercado maximizar los niveles de
riqueza de todo el mundo, cuando la realidad es que nos está llevando a la
desigualdad y a esquilmar los recursos naturales. Además, el crecimiento
económico, por si mismo, no es suficiente para crear empleo ni para generar
igualdad. Sin embargo, cualquier economista sabe que el aumento de empleo es lo
que crea el crecimiento con mayor garantía, ya que automáticamente el mayor
empleo genera mayor PIB. Por eso, el gasto público cuando nos encontramos en
crisis y hemos caído en la trampa de liquidez de la que nos hablaba Keynes, no
solo crea empleo sino que es un multiplicador claro del crecimiento económico.
Las
falsificaciones históricas son un instrumento indispensable para mantener el
poder y asegurar la explotación de los oprimidos. Como Polanyi demostró, en una
economía de mercado, todas las relaciones sociales se encuentran subordinadas
a las relaciones mercantiles olvidándose de las personas de carne y hueso. La
austeridad es un mantra que trata de hacernos ver una realidad inexistente. El consenso sobre la austeridad reinante en la
economía neoliberal no se basa en el conocimiento científico. Así, la tozuda
realidad ha hecho cambiar el criterio a los organismos internacionales que la
habían impuesto. Por todo lo expuesto, es importante desechar el pensamiento
gregario que nos ciega y evitar engaños que perjudican y son injustos con la
mayoría de los ciudadanos[5].
[1] Akerlof y Shiller (2016). La economía de la
manipulación. Deusto.
[2] Mitchell,
William (2016). La Distopía del Euro: Pensamiento gregario y negación de
la realidad. Lola Books.
[3] Distopía es el término opuesto a utopía. Como tal,
designa un tipo de mundo imaginario, recreado en la literatura o el cine, que
se considera indeseable. La palabra distopía
se forma con las raíces griegas δυσ (dys), que significa ‘malo’, y τόπος
(tópos), que puede traducirse como ‘lugar’.
[5] Además de los textos mencionados se puede consultar sobre
esta temática el libro de Warren Mosler Los siete fraudes inocentes capitales
de la política económica editado por Attac.
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