La confusión entre los bienes y servicios reales y
el capital financiero, mayormente virtual y ficticio, está ocasionando graves
desórdenes que nutren los desequilibrios actuales entre naciones y personas. La
desigualdad rampante resultante, permite que aquellos que más tienen dediquen
recursos a la especulación financiera con el ánimo de sacar mayor rendimiento a
sus ahorros, lo que les permite seguir aumentando sus riquezas y seguir
distanciándose económicamente del resto de los ciudadanos, ampliando de esta
forma, como un bucle sin fin, la desigualdad cuyo incremento sinigual es un
camino de difícil retorno. Pero, además, estas ganancias no están apenas identificadas
con la producción real de bienes y servicios, y si con anotaciones contables
respaldadas por ofertas y demandas de productos financieros diseñados para
ganar sin riesgo y desacompasados con la realidad económica, con la verdadera
riqueza que da cobertura a las necesidades humanas.
Este es un juego malévolo que se encuentra en el
disco duro del el capitalismo sin brida, sin control. El capitalismo, como nos
decía Chomsky, no es más que “maximizar tus beneficios a expensas del resto del
mundo”. Y el capitalismo financiarizado consigue aumentar los beneficios en un
juego ficticio, haciendo que tanto las entidades financieras como las no
financieras olviden su labor social para buscar pingües beneficios de forma
fácil y con menos costes. Pero es que, incluso, “Las finanzas han sido capaces
de extraer ganancias directa y sistemáticamente de los salarios, y han dado
forma así a la expropiación financiera[1].”
Expropiación llevada a cabo sin contemplaciones por las políticas neoliberales
en contra de la mayor parte de la población y especialmente de los más débiles.
El capitalismo dejado a sus anchas ha dejado
patente que es una fábrica de desigualdad. Y la desigualdad es injusta,
socialmente corrosiva, ocasiona un desperdicio de recursos, ineficaz en la
búsqueda de la igualdad de oportunidades, ineficiente desde el punto de vista
económico, desestabilizadora de la democracia y despierta los peores instintos
del ser humano dividiendo a la humanidad en partes irreconciliables.
Poner en relación el capitalismo financiero y los
Derechos Humanos es la antítesis de lo posible, un oxímoron, son conceptos
contradictorios y opuestos que nunca podrán ir en la misma dirección, ni
permitir ganancias por ambas partes. El capitalismo moderno, sin duda, está financiarizado y a ello contribuyen
fielmente los estados. La “financiarización[2]”
constituye probablemente el concepto más relevante para entender el capitalismo
contemporáneo y, por ende, la larga fase de crisis que se inició en el 2007.[3]”
Hubo una vez en el que “El sector de las finanzas,
apoyado en los avances en matemáticas, estadística, computación y tecnologías de la información,
desarrolló modelos de análisis e instrumentos cada vez más complejos con los
que creyó haber roto la vinculación directa entre los beneficios y el riesgo[4]”.
Sin embargo, esta creencia nos ha traído una de las peores crisis habidas en la
historia del capitalismo. Trocear riesgos para que estos sean soportados por
otros ha hecho saltar la banca y puede hacer saltar por los aires la moneda
común. Pero, sin ningún rubor, los problemas ocasionados por banca se
transfirieron a los Estados y así “entre 2010 y 2012 [fue] cuando la crisis
tomó un rumbo todavía más peligroso. Los Estados habían acumulado deuda porque
[además] se habían reducido los ingresos fiscales a causa de la recesión y las
haciendas públicas habían asumido el cote de rescatar el sector financiero[5].”
Pero es que la deuda pública que nos ata y empobrece está ahora en manos de los
bancos que nos llevaron a la crisis. Se ha dado dinero a los bancos cuando
estos lo utilizan para especular en los mercados financieros y seguir el bucle
malévolo.
El sistema financiero tiene una función de
intermediación pero debemos saber que no produce valor. Cuando cumple su
función su labor resulta positiva para la sociedad. Pero “la financiarización
podría conceptualizarse como un cambio en el equilibrio entre la acumulación
real y la acumulación financiera; concretamente, la financiarización representa
el crecimiento asimétrico de la acumulación financiera en comparación con la
acumulación real.[6]” El
problema del capitalismo financiarizado es, por tanto, que los beneficios se
extraen fuera del circuito real de la economía, se extraen del circuito
financiero que está basado principalmente en transacciones que no provienen de
la producción y distribución de bienes y servicios.
En el 2011 los mercados financieros extrabursátiles
alcanzaron aproximadamente el volumen de 700 billones de dólares americanos y los
mercados bursátiles se estiman en otro tanto. Sin embargo el PIB mundial
rondaría los 65 billones. Estas cantidades indican la descarada verdad del
sistema financiero y la opacidad de las políticas económicas que atosigan a los
ciudadanos con las necesidades de financiación cuando se deja jugar,
principalmente a los bancos, con transacciones opacas y sin riesgo que multiplican por 20 la
producción real de bienes y servicios. Pero seguimos, igual, las cosas después
de las experiencias de la última década no han cambiado y el círculo vicioso,
el bucle malévolo, sigue creciendo y creciendo.
[1]
Lapavitsas, Costas (2016:32) Beneficios sin producción, cómo nos explotan las
finanzas. Traficantes de sueños.
[2]
La financiarización es un término sistémico todavía impreciso aunque pretende
definir el aumento y preeminencia del sistema financiero en, al menos, las tres
últimas décadas. Este aumento puede estar ocasionado por la búsqueda de
beneficios, en muchos casos fáciles, en el mundo de las finanzas.
[3]
Lapavitsas, Costas (2016) Beneficios sin producción, cómo nos explotan las
finanzas. Traficantes de sueños.
[4] Pujol
Álvarez, Rubén (2016:11). El poder de los mercados financieros. RBA.
[5] Lapavitsas, Costas (2016:14) Beneficios sin producción, cómo nos explotan las
finanzas. Traficantes de sueños.
[6]
Ibídem (2016:261)