El ser humano da muestras de ser el menos humano de
los animales sobre la tierra, ya que utiliza la guerra, la masacre y el horror
para conseguir sus intereses más rastreros y menos propios de la humanidad. Se
considera que el ser humano está en la cúspide de la pirámide evolutiva, sin
embargo, pese a su nivel de conciencia no es capaz de utilizar métodos menos
dañinos para alcanzar el bien común. Hemos de considerar, por ello, que el bien
común no es lo que buscan algunos de sus integrantes que quieren sobresalir por
encima del resto de sus congéneres. También el “ojo por ojo” y el fomento del
resentimiento forman parte del cúmulo de excusas que se utilizan para buscar el
“camino de la guerra” en el que sólo
ganan unos cuantos “inhumanos”. Sin
embargo, no podemos olvidar que el resentimiento es una mala solución. Así, nos
decía Nelson Mandela que “El resentimiento es como beber veneno y esperar que
mate a tus enemigos.”
Apuntaba Todorov que “el ser humano no termina en
los límites de su cuerpo, sino que incluye la relación con los demás[1].”
Nos hacemos en relación con los demás y el entorno. “La individualidad solo es reconocible y factible en convivencia con y para los
demás. Nadie es único si está solo, simplemente está solo[2]”.
No obstante, “las gentes de todo el mundo sufren una “obsesión identitaria”, ha
escrito el psicólogo evolutivo John Tooby. Obsesión que nos transforma y nos
conforma. Así “Los fanáticos pseudoreligiosos y los nacionalistas partidarios
del racismo suelen pintar otro panorama: ellos defienden la existencia de un
colectivo homogéneo, original puro que,
en su opinión, ofrecería mayor protección y estabilidad.[3]”
Sin embargo, los resultados de la vida “en
guerra”, en discordia nos debe convencer de que “Existir realmente en
plural significa sentir un respeto mutuo por la individualidad y la
singularidad de todos[4].”
Debemos reconocer, por tanto, que nacemos
programados para distinguir entre Nosotros y Ellos. E inevitablemente, y a
veces inconscientemente nos favorecemos a Nosotros, sobre todo, cuando nos
sentimos amenazados. La evolución procuró que los seres humanos nos
interesásemos por nuestros equipos y por el puesto que ocupamos en ellos.
Apoyamos los unos a los otros es una sólida estrategia de supervivencia para
una criatura débil y ruidosa sin demasiadas armas naturales. Vivir en grupo es
un billete hacia la supervivencia, y por eso la mayoría de los primates así lo
hacemos. De hecho no hay sociedad sin unas líneas marcadas que distingan entre
grupos[5].
La inserción del ser humano en grupos y la pasión nacionalista espolean el
sentimiento guerrero, pero el mundo realmente avanza con la cooperación, la
experiencia de cooperar en busca de objetivos comunes une a los grupos e
individuos y consigue saltar los obstáculos y problemas de la vida diaria.
Podemos pensar en un mundo globalizado que mediante
valores comunes buscara soluciones globales a favor de toda la humanidad,
desechando las guerras y el espíritu de ganar fortaleza para imponerse a los
demás y hacer prevalecer los intereses propios. No obstante, inventamos
herramientas como “la globalización neoliberal [que] es la historia de cómo el
noventa y nueve por ciento entregamos voluntariamente el control de nuestras
vidas a fanáticos con una percepción delirante de la realidad social.[6]”
Este “capitalismo prospera venciendo a otros, se hace fuerte en la guerra; la
conquista es el principal de sus valores. [7]”
Escribe Juan C. Monedero.
La barbarie del hombre y de sus
inventos no tiene fin. Las guerras siguen siendo nuestro pan de cada día y los
fundamentalismos de cualquier tipo; religiosos, raza, ideología, tribu, equipo,
familia; suelen ser grandes excusas para seguir en el mismo “camino”. Siria y la situación de los
Rohingya, son ejemplos recientes, tristes y dolorosos. Hay quien dirá que esta
es la única alternativa. Pero, la realidad es contundentemente tozuda y nos
muestra que con esta alternativa la solución viene siempre con el
enfrentamiento y la guerra, lo que nos lleva a una espiral sin fin llena de
angustia y horror. La guerra nunca es la
solución.
[1]Todorov, Tzvetan (2016: 27). Insumisos. Galaxia
Gutenberg.
[2]Emcke,
Carolin. (2016:184). Contra el odio. Taurus
[3] Ibídem
(2016:184)
[4] Ibídem
(2016:186)
[5]
Berrreby, David. Lo que nos separa. National
Geographic, abril 2018.
[6]
Rendueles, Cesar (2015:196). Capitalismo Canalla. Seix Barral.
[7]Monedero, Juan Carlos. El gobierno de las palabras.
Fondo de Cultura Económica de España S.L. 2009.
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